domingo, 6 de septiembre de 2009

...MEA CULPA TAMBIÉN...

El maltrato muestra muchas caras y tiene muchas formas, una de ellas es la física, o la sexual, aunque la más dura y fea es la psicológica. Cuando llega se queda, porque los golpes se curan pero el dolor en la mente se mantiene perenne. A veces se acepta y se convive con ello; a veces se ignora y se sigue adelante; pero otras se instala, se acomoda, ocupa todas las salas de nuestro cerebro, sin importarle quién convivía antes ahí, y agita toda nuestra forma de pensar, actuar y respirar. Cuando llega te cambia, te derrota, te humilla, te intimida, te aprisiona, pero, es verdad, también te hace más fuerte sin que tú misma lo sepas.
Son rejas de metal, de impotencia, de rabia, de amargura, que no te dejan salir, que no te dejan ver o ir más allá, que te retienen, que te encierran, que te hacen perder la razón, tu razón, que te avergüenzan de ti misma, frente a un espejo, frente a los demás, que aguan tus ojos y nublan tu mirada, que ahogan tu respiración y te hacen patalear.

Esto no lo ven muchas personas, no lo ve la mayoría. Se trata de violencia y no de algo obvio, natural o cultural como muchos lo califican. Y no lo ven, pero sí lo aceptan. Es como una función, casi como una obra de teatro, en la que todos somos protagonistas. El/la que lo ve, el/la que lo oye, el/la que lo da, el/la que lo recibe, el/la que sale corriendo, el/la que se tapa las orejas, el/la que abraza, el/la que critica, el/la que culpa… Hay papel para todos, sin importar el rango, el sexo, la edad o la nacionalidad, ahí si que no hay discriminación porque todos tenemos algo que ver.


En leyes, en medios, en presupuestos, en actitudes… Es un problema social y económico, ético y moral, político… Que afecta a todos los niveles de la vida, porque hablamos de seres humanos y de derechos humanos y eso lo implica todo y, recuerdo, todo significa enteramente, en su totalidad.

Y si después de eso queremos obviarlo; hacer infinidad y plenitud de leyes sin fondo y sin dinero para aplicarlas; fomentar y prácticamente obligar a reconciliarse a dos personas cuya única relación es a base de palma de mano y carrillo de cara; decir que la culpa sólo es de una por eso de “cuanto más me pega más me quiere”; aguantar porque ésta es la vida que me ha tocado vivir; o aceptar sin rechistar que las cosas se están haciendo mal… No hay que buscar más allá, porque los responsables y grandes contribuyentes de ese maltrato somos y seremos nosotros mismos. Así que podemos empezar por mirar al mundo de otra forma y sobre todo por no vivir ajenos a la realidad.

Yo no he sido maltratada pero he sido capaz de sentir y he intentado describir el dolor de aquellas que sí han pasado por ello, aquellas para las que una sonrisa, un abrazo, unos oídos o una mano se han convertido en el universo de su aliento. Caro o barato, como siempre según se mire.